28
¿Acaso el
gustito original produjo consecuencias?
¿Acaso el método
del ritmo mal llevado?
La costumbre de
encurtidos?
Como maravillas
extraviadas en la guerra
palomas
atrevidas hay que aún conservan
el dejo por la
carne: un regusto de soberbia
como gato
cazador de maravillas.
Hacerlo contumaz
sin preservativo. Sin sal.
Sin parrillas.
Una húmeda
francesa. La sonrisa permanece
en noches temerosas,
saludos luminosos,
en amaneceres oscurecidos:
humilladas rocas:
la débil sesera
y su terneza,
un cuervo
hartado de alfalfa, sólo alfalfa,
medita no
postrar su aura dura: califa
ante la
esparramante mansedumbre contenida,
de cuervas
rodeado:
el regusto por
el pasto y la achicoria.
¿Por qué la luz
habría de abatirse?
¿Por qué
tinieblas debieran humillar la espada?
¿Por qué rosas,
pantorrillas y no choritos?
Eliminar el
regocijo y el apremio
humillar y
salvar al orgullo no nacido
estiércol en la
pesebrera
pretender
atardeceres en noches claras
sostener
amaneceres en tardes duras
conseguir derrotas
en desganadas victorias
de patatas sobre
trigos.
Siguiendo ese
camino encontrarás el paraíso.
Evitarás la
original graciosa en jugarretas.
Las abejitas y
sus coles.
El vuelo de la
garza.
Destruidas la
primales consecuencias.
¡Qué pena!
Y un gran nudo
nos cierra la garganta
de la ciencia.
A la salida de
misiones.
Cómo atrae la
cosa leve o amenaza
cómo el oscuro
objeto del apremio,
como leche condensada
y harina,
si se escarba,
se humedece.
La espuma en café, azúcar que bates,
las suavidad de
las rosas,
lo rugoso de tus
guindas,
la calidez de
las fresias?
La inenarrable
tibia humedad entre las flores primeras.
El aroma de los
juegos.
La explosión de
las lenguas.
Obvio que nada.
Salvo un hedor que nos despierta.