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Nació a trasmano
fácil debajo del
puente quebrado
del subterráneo,
del corcovo
tras espeso
misterio de abstinencias:
lirio cojo repasado
tarde o tanto grito
para donde Dios
creara la mujer,
como áspera rosa
sin la
experiencia de esa ciencia y sus ardores,
esas faldas
turbias, tétricos recortes
tinieblas, a
pleno sol en el camino del sinuoso
cuando adormideras nada presagiaban:
Epifanías de
esa espalda que llama atractivo
Escaleras donde
concentrar la llamarada.
Y habría la
camiseta blanca del hermano imposible,
y la torpeza que
hereda finalmente, y la extraña
campera
reversible en el medio, casualmente oculta,
el lugar donde
miran las estrellas, como en fogatas
como en pierde
la gorra de nutria, para su oprobio
verdadero.
Pronto sí
demasiado para el 586
con sus piernas abiertas
y ridículas ventanas
justo a tiempo
gánate a
investigar la prima dolorosa:
o al menos
deleitar Balthus:
Quien primas no
tiene
no conoce la
ciencia de la vida.
No conoce
pantis. Toallitas no conoce.
¿Sospecha la
vida de la tierra?
¿Acaso muestra
lo cotidiano la paradójica
atracción de pétalos
y raíces?
Siempre pensar
en eso,
en lo oculto, en
lo cercano,
en eclipsar como
luna que se escapa.
En lo arcano que
no dice:
Quien no tiene
primas nada conoce de la vida.
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