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Las había que
fumaban y encarnaban el demonio.
Aquella bestia plañidera enlodaba nuestros gozos
de gusanos.
Cambiando
ilusiones de carne por cosquilleos
los parlantes atronaban
hola Roque
a éste lo
engañaba su amiga persistente
allá en el
Rancho Grande, el de las meras ilusiones
a ése, las
grandes esperanzas de sus diestras embobadas
en medio los
barriales
el corrido más
mentado. En frontera decaída.
Una infancia que
fue lo nunca. Ni de saudades siquiera
estableciendo
diferencias:
Yeanes azules / Percalas blancas.
En todas las
versiones
algunos
perjudican bisteques, los asuntos en sordina:
cuerdas lloran, violines
maúllan
y hasta casi collares
o cochayuyos con una que otra falda
por los bosques
y lagunas
recuerdos planeantes
en medio de misiones:
fornicarne
fornicarnecido: misteriosísima palabra.
Tú que te creías
terrible
como conocer
como trasplantado
al barro de una ciénaga prístina
como explorar
debajo la escocesa de la prima.
Dulce como Adán
conoció Eva.
Tremendo ese
verano de Plegarias.
Terribles
consecuencias.