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A la Jackelin en
sudarios la mueca gozó tanto
la estela
favorita del supremo y su relajo
como si fuera destino
la ceremonia y relamer
velones negros
en anticipo de mortajas
esos
potreros a la intemperie
esa
búsqueda de seguridad y sosiego
donde deliras probando hábitos
como
espadines y otras delicadezas
punzantes
así
el acicate y su letargo
adormecen postergando
el aburrimiento, la deleitan / la serenan
pólvora y secretos
/ así máscaras extravía, o
colalesses
dispuestos, esos mandos ocultos
esos conscriptos
cual velos disponibles en las guardias
y soportar un sueño
más de cada día.
Cuando la más
extraña de las sonrisas a prueba
inició dos veces
el intento de raíces:
la santa madre acogedora extenuando perjurios
otra de llapa y precavencias inmaculando albures
la tercera como vencida olvidando torturas
porque ciertos sueños provincianos truchan
como universales en familia.
El primero, su
intento en prueba paulatina uniformada.
El segundo, ni la
prima de su prima lo supiera.
Y el último, el
verdadero de la santa cofradía:
un estar en el
asiento trasero a medianoche,
un delirio
dedicado a la insistencia:
Al fin quién recordárale
las cosas de su primo
/ o la esencia en
los cuarteles del juego y el hastío.
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