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De tu infierno y
sus delicias
ése como dejo
victoriano
en aquel tiempo cuando
aún la discordia en la tierra
en el filo de la
navaja
o la extraña
felicidad de escogidos a la tibieza del caldero
báratro de
brasas lujuriantes y parrillas como selvas
con letras y
oraciones sálvicas o ritos
en patenas y
cálices, amuletos de la muerte que renace
aquellos más gozosos
mientras menos los selectos:
bien
indispuestas púberes / ansiedad de purgatorios
atendidos por
domésticas destinadas al cielo
los fingidos
filisteos se esparcen y,
aquí en lo
terrestre de la vida, la única
que no vulnera
chinitas ansiosas, la luz
menos nítida,
más terrible más gloriosa
más dormilona en
su placidez
los baby dolls o
camisolas que la encubren
según el deseo de
aquellos más diestros
salvo cuando la
bestia enajena
y no puedas
estar seguro de esas
luminosas
droseras que hay, no chinas,
empeñosas cazando rezadoras tumefactas:
ecos de aturdidas
fiestas o la infancia soñadora
en tu cielo, o en
tu infierno a no dudar:
lecciones, aunque
más sabroso, más tinieblas
al alcance, menos
recovecos que pierdan hacia el paraíso
las huellas del
camino de la vida:
Semejantes luces
para encontrar el reino milenario
mosquitas vivas ganando
la vuelta de la página
la subversión de
los mitos, los símbolos inoportunos
y muertas como
nuestra prima en uniforme
esa mañana del
río entre las rocas:
Para que nadie
pueda descifrar el llamado y así
los sueños
perpetúen.
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