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¿Qué dudas cabe
o desborda
si perfumes, si
resonancias,
embargan las
quebradas de la Isla?
La serpiente fue
el deseo caído
la sorpresa tras
las hojas del acanto.
Los presuntos
indicios de las genealogías:
El humo
perfumado de impurezas en ascenso.
La sangre lasciva
que desborda la intemperie.
Que derriba la
carencia.
Los trigales,
calcinados. Aquellos bienamados
en sorpresas.
La carne
putrefacta.
Salto al vacío
en el tercer patio o en la espera.
El intento de
mérito abominado y gratuito.
El aroma
vegetal, que rechaza y que se escurre,
y que las
noticias esparcen.
Los hermanos que
se odian.
Los hermanos que
se aman.
Medios hermanos
sudorosos de la misma inquina
verdadera.
Nube en cielo
hermoso y claro,
donde la blanca
garza remonta y se pierde.
Ambos pusieran el
destino ineludible
sobre la misma
media prima rigurosa.
En la rama de la
higuera balancea la sapiencia.
Desnuda de
colgajos. Un estandarte a todo tropo
sumergida de
sudores.
Cubierta de
mirra y algas rumorosas.
La alondra en el
charco de los pinos.
En aquel tiempo
de las hojas, ella misma aparece
como olores
deleitoso o falsos aceites o cicutas.
Inferencia
cierta de falsa perspectiva.
Contemplen a la
Lucy,
y sabrán la
repulsión de la conciencia
o el quebranto
del continuo.
Oh la perfumada
de serpientes. La incierta certeza.
Oh la primeriza
y aromática. La intenue certidumbre.
Oh la culpa de
lustre penetrado,
y de olvidos y
de oros y de inciensos.
La caída.
El sin cuidos
patriarca y la señal en el hijo de la bestia.
Su origen y
destino. Las temerarias raíces:
Cuervos
extasiados cruzan la quebrada.
Negras alas
planean la conciencia del destino.
Sutil esencia de
avutardas al vuelo.
Un aroma de
cenizas y diamante.
La Roca de la
Iglesia.
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