miércoles, 4 de mayo de 2011

(18) EL MEOLLO o El mareo?

   
  




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Desprendida es la carencia de rubores:
Impertérrita, no cambia su apariencia
como si la inocencia misma le guiara, / y fuera cierto:
La impúber heredera pudo ser la responsable?
¿Acaso alguien la sumerge en la conciencia
del viento primerizo?

Candor imaginario – herméticas las mejillas? –
surgió con hambre furtiva: sus harapos torpes y dorados.
Dotada bien, como rosa erguida en el desierto.

Más: el pendenciero relicario de menos
y otras volubles y voluptuosas razones o curvas
subrepticias en despliegue / como si
un escarabajo rodando su excremento indicara
más: que una velada razón de existencia:
Dotadas mal venidas / la fijación sinuosa
urgencias latentes y sus aromas: profetizaron
la transformación de la caza en ganado y su molicie.

Si bien sucumbió primeriza al sabor de la victoria,
envidias desatan a los 12, estaciones
de aventuras, la prima engreída, con el pandero
que comanda: Oh hijas del desierto / dejad
que dispense sus favores cuando ya dispuesta.

En la bucólica nubilidad, sólo su hermano,
solo, la campana encendida, la cualificante sapiencia
del miembro y mayorazgo, estupefacto heredó
con mérito de gracia: el derecho entre palmeras
y sus mieles.

El meneo original. Las razones mareadas por el mito:
La danza de esqueletos en la jofaina traidora /
su aroma esparcido desde bajo de la colcha.
Arañas vertidas en el brasero como espejo
símbolo de la sal y las bragas derretidas:
La transgresión delicada del más certero tabú
lo espeja turbio: Lo apreciaron, en los juegos de escondite,
tú y tu prima, y esas tardes de eucaliptos.

El humo empozado a ras de la ara provista
/ recordando la plegaria/ o la zarzamora en la roca estéril:
Esperanzas: olorosas
Resoluciones: de maniobras
Tácticas agobiadas: entre las hojas sin truenos:
no percibía ni una sola estación de felicidad
en ese verano con la prima:

Entonces dilo:

¿Cuál el plato de veladas babosas atractivas mayor pueda:
( La + imaginable y consecuencias?
– Sin tomar en cuenta soliviantar el mercado
por supuesto – )
Por las laderas mustias, o en el pique abandonado?
lo presienten a la salida de misiones, los yeanes
y las percalas en la competencia de azufres y delicias:
¿Acaso no tuvo comercios la serpiente?

Su prima avizorando la venida mientras perdíanse
a la quebrada en la sombra:
¿en la arboleda a la conquista del cerro diluido?
Instantes detenidos antes de la hora del silencio.
En la del té caritativo:

Supieron de la herencia de traiciones y ternezas:

Esa originaria:
Con las nubes y los ritmos maquillando como
invento al incierto en la dulzura: la mejor
de todas las alcohólicas bebidas y carencias:
así pregunten nada: la respuesta: el sueño
ya soñado: velada pesadilla como paraíso o zanahorias

o eternamente el centro y la resaca.








  

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